Se distingue este plato por su sabor profundo y atractivo. Mientras en otras regiones el grosor de la torta cenceña podría ser más fino, aquí se opta por una más robusta, que en su cocción se integra perfectamente con el caldo, aportando una textura armónica y rica al paladar. Aunque lo ideal es elaborarlo con conejo de monte y perdiz, la versatilidad de este plato permite adaptaciones, siempre manteniendo la esencia del mismo. Caracoles de monte y rebollones enriquecen aún más este manjar, que se cocina en sartenes hondas, permitiendo un volteo perfecto para aquellos cocineros con experiencia y sazonándolo con el preciado azafrán para su color y sabor característicos.